Hoy me siento muerto, no vivo, lejos de lo que quiero, muy lejos, y además el viento no hace mas que provocarme ganas de no existir, esfumarme, volar, ser pluma y cenizas, viejas lágrimas y nueva sonrisa. No puedo alcanzar a ser: ni vidrio, ni telgopor, ni mi pasado multicolor. Hoy soy blanco y negro, y ofrezco azules, pero estoy desteñido, y pronto ojalá sea invisible. Soy tela para cortar, esperando ser cortada. No deseo verme, no pienso en recibir amor, únicamente puedo ver vías sin trenes y muñecos colgados. Aparece cien realidades, pero solo conozco una en verdad. Hoy estoy bien, muerto. |
viernes, abril 18, 2008
Nunca hoy
domingo, abril 13, 2008
La vejiga caprichosa
Resulta que Félix tiene una vejiga caprichosa, no siempre igual, es decir, no es caso necesario para un urólogo, pero igual llama la atención. Cuando Félix se emociona, se excita por un hecho que va a pasar, y no me refiero a algo sexual, le dan ganas de ir al baño continuamente. De ahí proviene el término de la vejiga caprichosa, que no es lo mismo que una vejiga dentro de una choza en la hermosa ciudad de Capri (perdón, crecí escuchando estos jueguitos de Pipo Pescador). Debe ser tan divertido llevar consigo una vejiga caprichosa, que pide conocer nuevos lugares, nuevos sanitarios, nuevos árboles, y nuevos todos los lugares donde la vejiga pueda llorar, porque al ser caprichosa permite eso. Una maravilla, que le sucede a muchos ancianos, pero en este caso es magia, el cuerpo se desahoga antes de un hecho importante. El cuerpo pide, y no llora, no ríe, desecha. Afortunado el querido Félix en poseer su vejiga caprichosa, no se puede comprar. |
martes, abril 08, 2008
Interrupción nocturna (sueño-cuento)
Aclaración: para el momento en que esto fue escrito, el concierto de Bob Dylan en Buenos Aires todavía no había sucedido. Eso es lo único real del texto, bah real, quien sabe que es lo real, en fin, es un sueño distorsionado en cuento. Ah, otras cosas de este mundo, Gabi existe (soy yo), y Mora también. Listo, sin más, ya pueden leer.
Dormido yo en una cama ajena, tan propia en ese momento, tan mía que la posición de las sábanas y las almohadas llevaban mi sello, por la manera en que estaban desordenadas. Y una mano en mi pie, y la misma mano junto a otra en mis piernas, y alguien me tira los pelitos, ay, interrupción, y despierto.
- Ei, ei, che, che, pera', ¿quién sos?, ¿qué pasa?... Mora, ¿cómo estás?, ¿qué hacés acá?, ¿por qué me despertás?
- Dale boludo, dale que llegamos tarde – me gritaba esta chica, Mora, con toda la confianza mas hermosa e inentendible del mundo.
Mora es una argentina que vive en Congreso, la conocí en Río de Janeiro el día que llegué. Le gusta la fotografía y Cortázar, va a ir a ver a Dylan, y compartíamos la idea de la teletransportación como necesidad cómoda de placer. Mucho más de ella no sé, pero parecía que sí... o ella si sabía mucho de mi, no sé...
- Dale Gabi, ponete el pullover naranja que está fresco, y vamos...
- Es ladrillo, no es naranja – yo seguía enojado por mi sueño interrumpido.
- Dale, dale, que empieza el reci y tenemos que ir caminando.
- ¿Qué reci?, ¿quién toca?, ¿Dylan?
- La banda de tus amigos, en el barcito éste nuevo que nunca me acuerdo el nombre – me respondió con los ojos enormes, sorprendida por mis olvidos – ojalá toque Dylan de nuevo.
- ¿Los chicos tocan hoy?, ¿me perdí a Bob? Ah, bueno...
Y tomé las llaves de la arriba de la heladera, sin preguntar donde estaban, cerré la puerta de mi casa, ¿mi casa?, antigua, en una callecita desolada de construcciones coloniales en un barrio en no conozco, y nos fuimos, ella adelantada ya, caminando rápido.
- Che, no importa si llegamos un poco tarde - es muy raro que yo diga algo así, pero no sabía ni la hora del show, ni la hora de ese momento, ni quien iba a tocar, además la situación era tan extraña que..., ahí me acordé de algo que estaba seguro que había sucedido- vení al lado mío, caminemos juntos y tranquilos como en Río – recordé que en Brasil, Mora y yo quedábamos siempre detrás de las chicas (nuestras amigas, las otras viajeras en ese entonces) caminando despacio.
- Bueno, es verdad, no importa llegar un poco tarde, y la noche está linda.
- Vos estás linda – dije sonriendo, ya entrado en confianza.
- Ja ja, callate chamuyero.
Ella lLevaba un pañuelo verde sobre su pelo cortito, y una pollera naranja, de esas faldas amigas del viento, una sonrisa que me dejaba tranquilo ante todas las informaciones nuevas y desconocidas para mí. La noche estaba muy linda también, la luna se encontraba tan mordible, y para untarla con queso blanco.
Tenía una pregunta atragantada, un pensamiento que no cesaba, mientras hablábamos de otra cosa, tuve que hacerla:
- Che Mora, ¿esto es un sueño?
- Sí, Gabi, sí lo es – en ese momento me sujetó fuerte la mano, me acarició, era tan real – ¿te gusta?
- ¿El sueño?, es raro, no sé, y vos...
- Yo te acompaño en este sueño
- Ah...
Un silencio prolongado, la confianza ya abundaba, sin hablar, y hablando.
-Yo quiero que me acompañes en todos lados, en Oriente, en Occidente, en pendiente, crecientes – y las palabras ya salían fáciles, salían solas, en prosa, en poesía.
-Bueno, bueno Gabi... yo también quiero eso.
Y me dormí... y nos teletransportamos.
de martropía.
Dormido yo en una cama ajena, tan propia en ese momento, tan mía que la posición de las sábanas y las almohadas llevaban mi sello, por la manera en que estaban desordenadas. Y una mano en mi pie, y la misma mano junto a otra en mis piernas, y alguien me tira los pelitos, ay, interrupción, y despierto.
- Ei, ei, che, che, pera', ¿quién sos?, ¿qué pasa?... Mora, ¿cómo estás?, ¿qué hacés acá?, ¿por qué me despertás?
- Dale boludo, dale que llegamos tarde – me gritaba esta chica, Mora, con toda la confianza mas hermosa e inentendible del mundo.
Mora es una argentina que vive en Congreso, la conocí en Río de Janeiro el día que llegué. Le gusta la fotografía y Cortázar, va a ir a ver a Dylan, y compartíamos la idea de la teletransportación como necesidad cómoda de placer. Mucho más de ella no sé, pero parecía que sí... o ella si sabía mucho de mi, no sé...
- Dale Gabi, ponete el pullover naranja que está fresco, y vamos...
- Es ladrillo, no es naranja – yo seguía enojado por mi sueño interrumpido.
- Dale, dale, que empieza el reci y tenemos que ir caminando.
- ¿Qué reci?, ¿quién toca?, ¿Dylan?
- La banda de tus amigos, en el barcito éste nuevo que nunca me acuerdo el nombre – me respondió con los ojos enormes, sorprendida por mis olvidos – ojalá toque Dylan de nuevo.
- ¿Los chicos tocan hoy?, ¿me perdí a Bob? Ah, bueno...
Y tomé las llaves de la arriba de la heladera, sin preguntar donde estaban, cerré la puerta de mi casa, ¿mi casa?, antigua, en una callecita desolada de construcciones coloniales en un barrio en no conozco, y nos fuimos, ella adelantada ya, caminando rápido.
- Che, no importa si llegamos un poco tarde - es muy raro que yo diga algo así, pero no sabía ni la hora del show, ni la hora de ese momento, ni quien iba a tocar, además la situación era tan extraña que..., ahí me acordé de algo que estaba seguro que había sucedido- vení al lado mío, caminemos juntos y tranquilos como en Río – recordé que en Brasil, Mora y yo quedábamos siempre detrás de las chicas (nuestras amigas, las otras viajeras en ese entonces) caminando despacio.
- Bueno, es verdad, no importa llegar un poco tarde, y la noche está linda.
- Vos estás linda – dije sonriendo, ya entrado en confianza.
- Ja ja, callate chamuyero.
Ella lLevaba un pañuelo verde sobre su pelo cortito, y una pollera naranja, de esas faldas amigas del viento, una sonrisa que me dejaba tranquilo ante todas las informaciones nuevas y desconocidas para mí. La noche estaba muy linda también, la luna se encontraba tan mordible, y para untarla con queso blanco.
Tenía una pregunta atragantada, un pensamiento que no cesaba, mientras hablábamos de otra cosa, tuve que hacerla:
- Che Mora, ¿esto es un sueño?
- Sí, Gabi, sí lo es – en ese momento me sujetó fuerte la mano, me acarició, era tan real – ¿te gusta?
- ¿El sueño?, es raro, no sé, y vos...
- Yo te acompaño en este sueño
- Ah...
Un silencio prolongado, la confianza ya abundaba, sin hablar, y hablando.
-Yo quiero que me acompañes en todos lados, en Oriente, en Occidente, en pendiente, crecientes – y las palabras ya salían fáciles, salían solas, en prosa, en poesía.
-Bueno, bueno Gabi... yo también quiero eso.
Y me dormí... y nos teletransportamos.
de martropía.
jueves, abril 03, 2008
Claridad III: orgasmito
Cada orgasmo logrado… aquel momento aero-acuático en el que nada importa ante la abundancia del placer. Donde las caras se transforman en hermosos monstruos. La única vez en la que verdaderamente estamos adentro de algo, insertos.
Allí, en el momento feliz, en cada uno de ellos, siento un regreso a la niñez… una vuelta a la libertad.
de martropía.
Allí, en el momento feliz, en cada uno de ellos, siento un regreso a la niñez… una vuelta a la libertad.
de martropía.
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