martes, julio 07, 2009

La campaña del desierto

Subidos en las hamacas, pasándonos facturas...
con mucho dulce de leche.

Eran madrugadas dónde nada importaba y todos éramos compositores de desgracias agradables, minúsculas, como el primer perro del día que sacaban a pasear. Bien feo, muy feo.
Nicaragua y sus mil formas. Veinte tribus disintas en una misma plaza, y nosotros... los pendejos del arenero, que volvíamos a nuestras casas con las panzas anchas después de desayunos colectivos digeridos con cerveza. (Alguna vieja melodía de pankroc)

La vírgen nos miraba. ¿La vírgen nos miraba?

El cielo ya naranja, era hora de irse a casa a revivir otra resaca y a compartir los primeros sonidos de los pájaros con nuestros esperados silencios, luego de toda una noche de gritos en vano.

Ahora las rejas no me dejan correr, y los desayunos son adentro y con mantel.