Una nena me saluda en la calle y todo será distinto en el día luego de aquel momento. Ella, todavía alzada en las manos de su mamá, aunque seguramente camina e imagino que mucho, un andar de pato con tropiezos cada diez pasos (o menos), y una fuerza enorme para mantener el equilibrio y poder ver al cielo sin caer al suelo. Ella, nipona de mejillas anaranjadas, toda vestida de rosa de pies a cabeza y dos colitas altas en el pelo, va por allí saludando a quienes le sonrían. Para Rosamotito debe ser algo rutinario su mano bailarina moviendose hacia las personas desconocidas, acompañada de una sonrisa muy amena, pero a mí me cambió el día, recordaré esa cara por mucho tiempo, y me servirá de quitapenas. Espero volver a encontrarmela en unos años, y que por favor no haya dejado de saludar. La muestra de vida sin importancia o razón alguna es la que rompe la cotidianeidad de otros como nosotros que saludamos por compromiso, respeto y costumbre, entre tantas otras cosas que hacemos sin pregutarnos, pero si dándole importancia. Su madre ni me sonrío, necesita que su hija le enseñe buenos modales. |
viernes, diciembre 28, 2007
Simpakira Rosamoto
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
"mantener el equilibrio y poder ver al cielo sin caer al suelo"
es una de esas cosas que de tan geniales parecen obvias, que no se puede creer que no se le hayan ocurrido a uno
felicidades!
Publicar un comentario