¿Por qué será tan grande la cruz que llevas en tu pecho, querida señora?, ¿qué pretendes repeler con ella?
Uy, es tan grande, como no sé… un tatuaje. Un pez, eso, un pez. Un pez cruz. Respira en tu pecho y con cada inhalación tiene más vida.
Me da miedo tu gran cruz, querida señora. No dejas lugar allí en el medio para que mi cabeza repose en pleno atardecer. En paz.
La cadena de la cual cuelga la intrusa cruz. La cadena. Hace de tu débil cuello un esclavo. Es clavo. Nada es porque sí.
¿Y los abrazos de hoy?, ¿son sagrados?
¿Se siente protegida usted, querida señora?
Ya notó mi mirada, y claro, piensa que soy un irrespetuoso. Se decepciona. Justo usted que pensó que yo poseía alas. Un ángel más caído, señora.
Es su escudo.
Es su carta de presentación.
Nunca más me la podré imaginar desnuda mientras tenga esa cruz colgando.
Y la sangre derrochada en el torso. Disfraz canonizado.
¡Qué grande que es!
¡Qué pequeña está usted, querida señora!